Síntesis histórica

Esta es una síntesis de la historia del Club Náutico San Isidro, el que nace con una serie de valores fundacionales que se han cultivado a lo largo de su existencia.

NÁUTICO. La necesidad de agrupar a los jóvenes entusiastas de los deportes náuticos, fue el motivo de su fundación, y sin este principio no tendríamos nuestro Club tal cual lo conocemos. Esa fue la idea inicial que no sólo perdura, sino que colocó y coloca al Club Náutico San Isidro en la vanguardia del yachting.

FAMILIA. Nació el Club con deseo de FAMILIA. Un lugar donde compartir en familia y con familias amigas. Ese fue un motivo importantísimo que se concretó felizmente. Tal fue así que hubo una propuesta de modificar el nombre del Club incorporándole la palabra “social”. Tanto hombres como mujeres por igual, son considerados socios del Club. El concepto de Familia siempre abarcó tanto a socios como empleados, habiendo éstos tenido un trato especial de permanente reconocimiento.

AMISTAD. El protagonismo que les cupo a los hombres y mujeres que dieron vida al Club, fue muy variado, sin embargo, y a pesar de las fuertes personalidades de la mayoría de ellos, demostraron que el deseo de que perdurara se convirtió en una realidad gracias al sentido de la AMISTAD que los unió. Ese sentido de la amistad se reafirma todos los días en el Club Náutico San Isidro.

SOLIDARIDAD. El Club nace con el esfuerzo solidario de distintos sectores de la vida social del Pueblo de San Isidro a los que pertenecen sus fundadores. La solidaridad persiste en el proceder de tantos socios que día a día aportan tiempo, dedicación y hasta bienes, a la Institución con el propósito solidario del bien común.

AUSTERIDAD.. Principio que permitió desde siempre la coexistencia de un amplio espectro socio-económico dentro de sus asociados, sin que el que más tiene pueda imponer cánones de vida al que menos tiene. Si bien en los primeros años esto era parte de un tipo de vida de la mayor parte de la sociedad, con los años el consumismo fue alterando dicho estilo de vida, sin embargo sigue siendo la AUSTERIDAD la llave del éxito de la economía del Club.

RESPETO. El Náutico, familiar, amigo, solidario y austero es una forma de vida que se desarrolla con respeto muto entre las personas que conviven en el Club, sean socios, empleados, invitados. Sin respeto no habría Club.

GRATITUD. A lo largo de su historia los socios han manifestado Gratitud hacia todas las personas cuya entrega hacia la Institución hizo posible la existencia del Club que hoy disfrutamos. Numerosos eventos dan prueba de ello. La Bendición de las Aguas, una celebración que se realiza en el Club desde el año 1915, ha sido una muestra del constante agradecimiento al Creador, especialmente por el elemento que nos permitió desarrollar las actividades náuticas que dieron origen a nuestro tan querido Club Náutico San Isidro.

 

Hagamos una reseña de su historia

Nos remontamos a las vivencias en la temprana edad de algunos de los que les tocó actuar en la fundación del Club, que llegaron a disfrutar del esplendor del bajo, del conocido Puerto de San Isidro, con el arroyo del Sarandí, en la segunda mitad del siglo XIX, y más tarde supieron del estado de abandono de la zona.

Luego recordamos los trabajos de un grupo de muchachos del pueblo de San Isidro, que se los denominó la “Comisión del Bajo”, a los que los unía el deseo de disfrutar del río y de los deportes, todo con gran sacrificio y sólo contando con esfuerzos propios, van recuperando el bajo para beneficio no sólo de ellos sino también de la comunidad.

Al despertar del año 1910 estos jóvenes entusiastas piden ayuda a Don Benjamín Felipe Nazar para adelantar la obra que estaban desarrollando y de allí la intervención de su amigo, el Dr. Juan María Obarrio, enviándole una carta al Intendente Municipal, para que colabore en la limpieza del puerto, carta que contesta de inmediato y en forma afirmativa, el 29 de Enero de ese año.

Obarrio preocupado por el tema, en el que había tomado parte, se le ocurre el pedido de una draga para la canalización del arroyo Sarandí, lo cual se lo transmite a Nazar, estando en la Estación de San Isidro. En ese momento llegaba el Dr. José María Pirán al mismo andén y poniéndose en conocimiento de lo actuado hasta el momento por sus amigos, Nazar y Obarrio, les comunica a éstos la idea que tenía madurada sobre la fundación de un club de deportes náuticos, deporte al que había muchos aficionados en el pueblo.

Coincidieron los tres amigos que uniendo los esfuerzos que estaban realizando los jóvenes de la “Comisión del Bajo”, al apoyo de la Municipalidad y los trabajos de una draga, el proyecto del Club se transformaría en una realidad. Se le pide a Pirán que se encargue de darle forma a la idea que presentaba.

El 5 de Febrero de 1910, tan sólo siete días habían pasado desde la respuesta del Intendente Municipal, cuando Nazar, Obarrio y Pirán se reunían para consolidar la idea fundacional y establecer los primeros pasos a seguir. De esa reunión, realizada en casa de Pirán, surge el Acta Nro.1 del Libro de Actas del Club Náutico San Isidro, que firman los tres amigos. Pirán redactaría una carta al M.O.P. pidiendo la draga para dejar libre la navegación del arroyo Sarandí, y realizaría la convocatoria a una Asamblea en el Salón Municipal, suscripta por Nazar, Obarrio y Pirán en compañía de miembros de la “Comisión del Bajo” representada por los Señores Alfredo Larguía, Juan y Roberto Marín, Alfredo S. Boggio y Nicanor Q. Repetto, con los cuales Obarrio y Pirán habían tenido una serie de reuniones, para interiorizarlos del tema y en las que expresaron su adhesión al proyecto.

Las invitaciones son cursadas el 23 de Febrero de 1910, a los vecinos del pueblo de San Isidro, pues fue desde un principio el pueblo de San Isidro el destinatario del proyecto, y así lo demostraron los hechos durante los primeros años de vida del Club.

Así vemos que los fundadores y los socios que se fueron adhiriendo, eran de todos los estratos socio-económicos, sin distinción alguna. Había entre los socios profesionales, empleados públicos, pequeños comerciantes, empresarios, operarios, hacendados, artesanos, trabajadores con oficios; todos con interés por los deportes náuticos y el río, con sentido de familia, de amistad, de austeridad, de solidaridad, de respeto. A ninguno se le ocurría mostrar diferencias, a todos les interesaban las mismas cosas por las que se unían.

El 26 de Febrero de 1910, 50 personas acudieron a la convocatoria al Salón Municipal, muchos de ellos asistían sin interés de participación posterior, pero su presencia dio mayor importancia al evento y su firma en la solicitud de la draga fue indispensable para que la misma lograra el éxito que tuvo en definitiva. Todos, por unanimidad, dieron aprobación a la fundación del Club Náutico San Isidro y su participación en la Asamblea fue reconocida en los Estatutos del Náutico dándoles a todos, sin distinción alguna, la designación de SOCIOS FUNDADORES. Presidió la Asamblea el Sr. Benjamín F. Nazar y actuó como Secretario el Sr. Juan N. Marín – miembro destacado de la “Comisión del Bajo”-, quién al terminar el acto declinó su cargo a favor del Dr. Pirán considerando la experiencia del mismo y el hecho que había sido idea de Pirán la de fundar el Club. Con aprobación de la Honorable Asamblea se constituyen en comisión provisoria los que han firmado la tarjeta convocando a esta Asamblea para que redacten los Estatutos y procuren llevar adelante la solicitud. Lo sucedido en dicha Asamblea quedó plasmado en el Acta Nro. 2 del Libro de Actas del Club Náutico San Isidro, la que esta firmada al pie por Nazar y Pirán. Se toma esta fecha como el día de la FUNDACIÓN del Club, pues allí toma vida pública la Institución.

De acuerdo con lo resuelto en la Asamblea se integró la Comisión con los Señores Miguel García Fernández (hijo), Alberto Blanchard, Dr. Adrián Beccar Varela, Federico Vernet Lavalle, Fernando Tiscornia, Hortensio Aguirre, e Ingeniero Anselmo Sáenz Valiente, la cual designó Presidente al Sr. Benjamín F. Nazar, Vicepresidente al Dr. Juan M. Obarrio, Tesorero al Dr. Adrián Beccar Varela y Secretario al Dr. José María Pirán.

Don Benjamín F. Nazar, por insistencia de sus amigos Obarrio y Pirán, y contando con el consenso general de los socios, toma el timón del Club al que dedica gran parte de su existencia, presidiendo sus destinos, siendo hoy el Club lo que es, en importantísima medida, gracias a él. Deja Nazar la Presidencia, 37 años después de ejercerla en forma ininterrumpida, al sólo efecto de facilitar la subsistencia del Club, dada la situación que atravesaba el país.

Los Estatutos son redactados por el Dr. Pirán con la colaboración del Dr. Adrián Beccar Varela y el Ingeniero Anselmo Sáenz Valiente. Con el objeto de la aprobación de los mismos, se convoca a los que se había invitado a la Asamblea del 26 de Febrero de 1910, a una nueva Asamblea a realizarse también en el Salón Municipal, el 9 de Abril de 1910. Algunos invitados habían vuelto de sus vacaciones y asisten por primera vez a una reunión de estas características, otros ya de regreso de sus vacaciones, han vuelto a la Ciudad y no concurren a esta Asamblea pública. Allí se aprueban los Estatutos, dando el marco legal al nuevo Club. También se establece que todos los que se hayan adherido hasta esa fecha serán considerados Socios Fundadores, ampliándose así la nómina a 60 socios, en forma definitiva.

No es casual que si bien la mujer iba a ser parte importantísima del proyecto, no se le cursó a ninguna invitación a las Asambleas en el Salón Municipal. Las costumbres sociales de la época no hubieran aceptado su participación en ese tipo de actos. Sin embargo la inclusión de la mujer, y la familia toda, fue algo innovador para la época, y esta característica fue uno de los pilares que permitieron que la misma creciera en forma constante a lo largo de su historia.

La primer Secretaría funcionó en casa del Dr. Pirán para pasar después de cinco años al local de la Biblioteca Popular de San Isidro, cuyo edificio regalaran al Pueblo de San Isidro los Iniciadores Obarrio y Pirán, construido sobre un terreno en buena parte comprado con la ayuda de Don Avelino Rolón. Las reuniones de CD se hacían en lo de Pirán, o en el Hotel Vignoles, luego en la Biblioteca Popular, mientras que las Asambleas se realizaban en el Salón Municipal.

El proyecto del Club era instalarse en la Isla Sarandí, propiedad de la Comuna, por lo que el 7 de Abril de 1910, el Dr. Juan M. Obarrio envía una nueva carta al Intendente Municipal solicitando la concesión de la isla para construir el local del Club. El tema fue tratado en reunión del Consejo Deliberante siendo el presidente del H.C.D. Dr. Juan C. Dibar, concejales Federico Vernet y Juan Farrell, y contaban con la presencia especial del Intendente Municipal, Dn. Andrés Rolón, quién asistía para proponer una Ordenanza relacionada con el Club Náutico San Isidro. Todos los nombrados son Socios Fundadores del Club, lo cual fue sumamente positivo para su aceptación.

La Ordenanza Municipal de fecha 15 de Abril de 1910 fue la primera de una serie de disposiciones que llevarían a concretar la ocupación definitiva de la isla Sarandí, por parte del Club Náutico San Isidro.

Con esta Ordenanza no se le daba la posesión al Club de predio alguno, sino que sería “simple ocupante,” ya que la isla permanecía en propiedad de la Municipalidad, “como única y exclusiva dueña”. Además debería compartir el uso de la isla Sarandí con el público en general, que podría “disponer como de costumbre a dichos parages”. La importancia de esta Ordenanza es que reconoce al Club como una nueva institución, permitiéndole construir su local en la Isla Sarandí.

Una vez más el Dr. Juan María Obarrio se dirigió al Intendente Municipal. Le pedía modifique la Ordenanza y se asigne al Club, en concesión, una fracción de terreno, de la Isla Sarandí, para el Club Náutico fundado para el Pueblo de San Isidro. Dicha solicitud fue respondida favorablemente, modificando por Ordenanza del 22 de Junio de 1910 la anterior Ordenanza de fecha 15 de Abril, y de allí en más el Club Náutico San Isidro iría creciendo en superficie y número de socios. Se trataba de “dos hectáreas mientras que dure la Institución” y su ubicación era en el sudoeste de la Isla Sarandí, frente a la desembocadura del arroyuelo Marín en el arroyo Sarandí.

La draga por problemas de logística tardó en aparecer, lo que llevó a que los socios encararan el trabajo de abrir un canal, a pala, con gran entusiasmo. El curso de agua que marcaba el arroyuelo Marín al chocar con la Isla Sarandí en crecientes, dejaba ver la posibilidad de dividir la isla en dos facilitando la salida y entrada de las embarcaciones desde el arroyo Sarandí hacia el Río de la Plata, y así se hizo. Sobre ese canal de acceso, que la draga terminaría por profundizar, se construyó la primer casilla de madera, merced a la generosidad de Don Avelino Rolón, el Patriarca de San Isidro a quién Obarrio y Pirán habían interesado del proyecto antes de su concreción, prestando desde ese momento con generosidad su dedicación personal y recursos propios para el desarrollo del Club. El primer puente que permitió el acceso al Club también se construye con aporte del mismo, motivo por el cual se lo bautizaría con su nombre.

El manejo de las finanzas del Club, desde sus inicios hasta la fecha, estuvo determinado por la austeridad y la entrega de sus dirigentes quienes siempre han estado al servicio del Club, en forma gratuita, solidaria, inteligente, transparente, perseverante y custodios de los valores fundacionales. La cuota social durante los primeros años fue sólo para cubrir los costos básicos de la Institución. Cuando las inundaciones arrasaban las instalaciones o había que dotar al Club de mejoras, aquellos socios que más podían, en forma solidaria suscribían donaciones con las que se cubrían las necesidades, la mayor parte en forma anónima para la mayoría de los asociados, con el único beneficio de ver crecer al Club. Este tipo de suscripciones permitía mantener una cuota social accesible para todos. Pero las finanzas del Club también fueron sostenidas con préstamos bancarios, con la asistencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires, y el aval de socios, cuyas letras fueron siempre cumplidas. No se puede desconocer que el Club hubiera difícilmente subsistido sin la permanente asistencia monetaria, a lo largo de las primeras décadas, de las Señoritas Juana, María y Rita Anchorena Aguirre, hermanas de la madre de Don Benjamín F. Nazar, quienes vieron en el proyecto, y en el entusiasmo de su sobrino y del grupo de amigos que lo acompañaban, un motivo de sus propias vidas.

Se compraron los primeros barcos, algunos botes y veleros, hasta componer el plantel inicial de la flota del Club. Se profundizó el canal de acceso y se canalizó el arroyo Sarandí poniéndose en marcha las obras de dragado, refulado y relleno, permitiendo que la isla fuera ganando terreno sobre el lecho del río, contando desde un principio con la asistencia solidaria de los socios peritos en la materia, Ingenieros Alejandro Foster y Luis Miguens. Pero el río se negaba a ser dominado y varias veces pretendió volver sobre su lugar de origen, destruyendo impiadosamente lo que se había construido con tanto esfuerzo. Esta lucha del hombre contra el río ha sido una constante en la historia del CNSI. Sin embargo, con ese mandato implícito legado de generación en generación, que lleva a sacar partido de la adversidad, las sucesivas inundaciones fueron enseñando que, siendo inevitables, la mejor estrategia es anticiparse y disponer de un plan de acción muy ajustado para minimizar los daños, y construir incorporando como dato ineludible el comportamiento del río.

El acceso al Club fue desde un principio un gran problema, fue necesario invertir en la construcción de varios puentes y alcantarillas acompañando el cauce del arroyo Sarandí. Los días de lluvias se volvía intransitable la calle de tierra y en épocas estivales era necesario el riego para evitar las polvaredas.

El 25 de Febrero de 1911 el Dr. Pirán envía a la firma “Orenstein & Koppel” una nota, cuya respuesta recibe el 4 de Marzo de 1911, se refiere a un requerimiento de información sobre el ofrecimiento de venta de una locomotora, vías., etc., que publicaba esta empresa. Recién en 1913, gracias al socio fundador Dr. Adrián Beccar Varela, quién logra durante su brillante gestión al frente de la Intendencia de San Isidro, la inauguración de un tranvía municipal, se unía así la Estación del Bajo con el Club Náutico San Isidro.

El Club nació con dos objetivos básicos: los deportes náuticos y el social. El ámbito geográfico fue determinante para los deportes fundacionales, la navegación, el remo y la natación, a su vez estrechamente ligados al aspecto social. Pero la familia ocupó siempre el primer lugar, y la principal preocupación de sus autoridades ha sido propiciar su unión.

El crecimiento demográfico que se fue dando con el correr de los años determinó la ampliación de las instalaciones y de superficies – se suma la adquisición de la Isla Alberto Nazar Anchorena – , y la incorporación de otras actividades, para dar cabida a las diversas inquietudes y preferencias que se dan en el seno de una familia, con alternativas adecuadas a cada edad y condición. A la larga, estos tres aspectos del crecimiento se convirtieron en factores de mutua realimentación.

Sus fundadores unían a su amor por la navegación el amor al deporte en general, conscientes de que es el medio idóneo para acercar al hombre a sus semejantes y sacar de sí mismo el mejor partido.

La primera actividad en sumarse a las iniciales fue el tenis, con dos canchas inauguradas en 1918, hasta llegar a las 20 actuales, 14 en la isla Sarandí y 6 en la isla Alberto Nazar Anchorena.

En 1920 se colocó la piedra fundamental del nuevo edificio social, inaugurado en diciembre de 1924. Es el mismo que tras sucesivas modificaciones y ampliaciones, en la actualidad identifica visualmente al Náutico.

Hacia 1927 se advirtió que ese crecimiento natural no era suficiente para las expectativas y haría falta un impulso adicional. Así, con el propósito de encarar nuevas e importantes obras —ampliación del edificio social, la construcción del camino de acceso, terminación de la escollera, dragado del canal, construcción de una cancha de golf, balneario en la costa del río y un local de pesca, entre muchos proyectos más—, se organizó y realizó con éxito una gran conscripción de socios, que fue definitoria para los destinos de la Institución. Como dato anecdótico, cabe destacar que el primero en firmar la solicitud de ingreso en el marco de la conscripción de socios fue el entonces Presidente de la Nación, Dr. Marcelo T. de Alvear, decisión que fue imitada por otras personalidades notorias de la época. Se podría afirmar que esta fue una refundación del Club, ya que se abrían las puertas de par en par incorporando muchísimos socios nuevos, cuyo ingreso permitiría lograr obras de imposible realización hasta ese entonces, cambiando el aspecto del Club.

En 1929 el golf llegó para quedarse. A partir de los seis hoyos provisorios inaugurados ese año, tras varias décadas de esfuerzos, llegó a tener los 18 actuales en la Isla Sarandí y un driving range en la isla Alberto Nazar Anchorena. Hoy es una de las canchas más apreciadas en el ambiente golfístico, tanto para el juego en sí, como por su paisaje y entorno excepcionales, pese a que es el sector más sensible a las inundaciones que periódicamente afectan a la ribera.

El balneario, que también nació con el Club de la mano con la natación, y fue siempre el aglutinante social. La socia Lilian Harrison, en 1923, sería la primera persona en cruzar el Río de la Plata. Hacia 1947 llegó el volleyball, y desde entonces, cada verano instala sus canchas en la Punta convocando adeptos de todas las edades.

Después vendrían el fútbol – el que toma significativa importancia- , squash, bridge, gimnasia tradicional – que hoy cuenta con un gimnasio dotado de elementos que aglutinan a muchísimos socios – y yoga, squash, durante un tiempo el paddle, el ajedrez, y el hockey, éste como actividad no competitiva.

En esta reseña, el yachting merece una mención aparte como deporte fundacional. El Club cuenta con una nutrida flota de embarcaciones de la clase Optimist, para que se inicien en la náutica los chicos de 8 a 14 años, siendo ésta una clase internacional, motivó que reemplazara a los Batitú, embarcaciones propias del Club. Los mayores pueden aprender a navegar optando entre las clases Avan, 4.70, Río de la Plata, Snipe, Laser y Tornado; y es el único que cuenta en Sudamérica con un moderno barco-escuela equipado con los más avanzados elementos de navegación.

El Náutico —tal su nombre— ha realizado un trascendente crucero hasta Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, en el extremo sur de la República Argentina, y en 1992 participó en la Gran Regata del V Centenario, al cumplirse 500 años del descubrimiento de América. El mismo sería luego reemplazado por El Náutico II.

Entre los asociados figuran navegantes de fama internacional que han obtenido distintos títulos mundiales, que honran al país y enorgullecen a la Institución.

La ampliación del espectro de actividades no se limitó al ámbito deportivo. A las fiestas y reuniones sociales que constituyen una de las tradiciones más arraigadas del Club, se agregaron con el tiempo otras alternativas que convocaron masivamente a los socios, como espectáculos musicales y teatrales con artistas del más alto nivel. La progresiva incorporación de actividades culturales —conferencias, charlas, cursos, concursos de artes plásticas y literatura, y un espacio permanente para exposición de pinturas y fotografías de los asociados—, conforman un panorama muy variado de posibilidades. A éstas se agrega una biblioteca, creada hace casi 50 años, que cuenta con material bibliográfico de los más variados géneros, entre los que el yachting cuenta con ejemplares y colecciones únicas, muchos de ellos donados por los mismos socios.

Entre tantas consideraciones hacia la Familia, se implementó un inteligente y solidario procedimiento de renuncias, a ser utilizado por aquellas personas que afrontan inconvenientes para seguir siendo socios. Esta herramienta es utilizada en muchos casos por jóvenes que inician su vida fuera de la economía de sus padres y lamentablemente se encuentran con gastos entre los cuales deben priorizar su cumplimiento. La facilidad de renunciar y volver a asociarse les permite tomar con mayor libertad una decisión, sin tener que perder el derecho de seguir siendo socio en un futuro. En las familias numerosas, que abundan en la Institución, pagan las cuotas sociales los padres y los dos primeros hijos, bonificándose el resto. La consideración hacia los cónyuges que no siendo socios desean incorporarse al Club, lo pueden realizar con bajísimo costo y en cuotas. En fin estas son, entre tantas otras, demostraciones del interés solidario que ha tenido desde siempre el CNSI valorizando la Familia.

EI Club Náutico San Isidro ha sido siempre orgulloso de su cuna y ha compartido con ella lo mejor de su gente. Ha crecido y evolucionado tomando a la ciudad como ejemplo y sus historias marcan una permanente presencia mutua.

Allí donde la ciudad entabla conversaciones apacibles o discusiones tempestuosas con el río, el Náutico hizo pie en los juncales y ha venido levantando y afirmando su territorio a fuerza de muchos sacrificios, inmensa voluntad y un gran coraje.

Su ubicación geográfica es por varias razones privilegiada: le permitió crecer adaptando las posibilidades del terreno a las propias necesidades, pero siempre respetando sus características para mantenerlo en armonía con el entorno. De este modo, la acción del hombre sobre el paisaje ha conseguido revalorizar su belleza natural, al priorizar la conservación de la flora autóctona y la preservación de las especies nativas.

En este panorama, el personal del Club es indudablemente uno de sus puntales. La respuesta cotidiana de cooperación y genuino interés en las tareas individuales y la conciencia del trabajo en equipo, se potencian en situaciones extraordinarias, y van más allá de la simple reacción a un estímulo dado. Esto es una constante en la historia del Náutico, y para el Club ha sido siempre motivo de legítimo orgullo contar con colaboradores de estas características.

Hay un denominador común que es la clave de lo que no puede explicarse de otro modo: eso que en lenguaje “de tablón” se llama “tener la camiseta puesta”. Es poner afecto, sentimiento en una relación, generando un vínculo muy fuerte que excede lo laboral y se traduce en una permanente actitud de buena predisposición donde todos se benefician.

Hay en los orígenes del Club Náutico San Isidro valores y principios cuya vigencia llega hasta nuestros días, e hicieron posible la trayectoria que va de los sueños de entonces a la realidad de ahora: el entusiasmo, los proyectos, la visión de futuro y el trabajo movilizados por la voluntad; la unión de la familia como objetivo, a través del desarrollo de individuos sanos física, mental y espiritualmente que conlleva la práctica de deportes; y por último la integración de personas —de los socios entre sí y de éstos con los empleados para conformar el espíritu del Club—, y de instituciones —entre el Club y la sociedad de la que forma parte—.

En una época que tiende a privilegiar los valores materiales, ser parte del Club Náutico San Isidro, sea como socio o como empleado, implica una esperanza y un compromiso: la esperanza de que es posible un mundo mejor y el compromiso de trascender con el ejemplo los límites del Club.

 

Socios Fundadores

Juan María Obarrio
Benjamín Felipe Nazar Anchorena
José María Pirán

Eduardo Aguirre
Hortensio Aguirre
Fernando Alfaro
Domingo A. Báez
Ricardo Banegas
Adrián Beccar Varela
Alberto E. Blanchard
Alfredo S. Boggio
Eduardo Boggio
Lorenzo Boggio
Jorge Bosch
Alejandro E. Bunge
Alejandro Cassella
Carlos Alberto Costa
César Costa
Julio A. Crespo
Carlos Dibar
Juan C. Dibar
Enrique Duarte
Juan Farrell
Justino Farrell
Carlos M. Flores Pirán
Miguel García Fernández (h)
Rodolfo Gowland
Máximo A. Irigoyen
Alfredo Larguía
J. Fernando Lezica
Francisco Manzone
Juan N. Marín
Roberto Marín
Marcelo Mayol
Ricardo A. Muñoz Pirán
Benito Nazar Anchorena
Rafael Nazar Anchorena
Juan M. Nelson
Alfredo Obarrio
Manuel Augusto Obarrio
Manuel E. Obarrio
Manuel G. Pestaña
Alberto Pizarro
Jorge Quirno
Luis Quirno
Nicanor Q. Repetto
Jorge Rodríguez Fragueiro
Nicolás E. Rodríguez
Andrés Rolón
Andrés A. Rolón
Avelino Rolón
Anselmo Sáenz Valiente
Miguel Sinópoli
Fernando Tiscornia
Luis M. Tiscornia
Luis S. Valle
Federico Vernet Lavalle
Horacio Vernet Lavalle
Horacio J. Vernet
Roberto F. Wernicke